PORQUÉ CÓRDOBA YA NO ES CUNA DE CAMPEONES. ESCRIBE: MARTIN MENDITTO
Es común escuchar en los niños, incluso en los adolescentes, la frase “cuando yo sea grande quiero ser…”, es decir, se plantea la grandeza o la madurez como una etapa a la que se llega después de cumplir con ciertos procesos de preparación para las funciones escogidas. En los clubes de fútbol cordobeses, por el contrario, es más recurrente escuchar con nostalgia el rezo “cuando nosotros éramos grandes…”. Éste desmembramiento del proceso de crecimiento tiene que ver con la intención de los dirigentes de acelerar los tiempos de maduración de los trabajos, es decir quieren resultados ya, y para esto caen en la falsa idea de salir a alquilar o mendigar futbolistas foráneos, que obstaculizan el fogueo de los jugadores surgidos de la cantera del club. Esto propone una perversa bola de nieve que termina destruyendo las instituciones, vamos a explicarlo así: Los jugadores que llegaron prestados o alquilados, una vez terminada la temporada (a veces antes) se van en busca de otros destinos, El club (que no obtuvo ninguna ganancia económica porque esos profesionales no le pertenecían) se queda con sus jugadores propios que no tuvieron rodaje por haber estado tapados. Por esto, la institución presa de su lógica inexacta sale nuevamente a hipotecar su patrimonio para traer futbolistas, generalmente de tercer o cuarto rango, que son aportados por empresarios ávidos de hacer negocios, colocando sus paquetes en clubes necesitados. A la larga el club se queda sin plata, sin jugadores y sin promover las potenciales figuras de sus divisiones inferiores. Maestros como Griguol, Pekerman, Tocalli o Bielsa jamás hubiesen trascendido desde Córdoba, no hubieran tenido ni apoyo, ni estructura para desarrollar un trabajo serio con los juveniles. Hay una mentira instalada en el mundillo del balompié doméstico que dice: “con los jugadores de inferiores no se sale campeón”. Esta falsedad es fácilmente rebatible repasando los equipos medianos o chicos que salieron campeones hace poco tiempo: El Vélez de Russo, triunfador en el clausura 2005, tenía 9 jugadores titulares formados en el club, con 5 contaba Estudiantes en el clausura 2006, y 6 proveniente de la cantera poseía el Newell´s del apertura 2004. Lo que habría que explicar es: ¿por qué clubes pobres como son los cordobeses tienen urgencia de obtener resultados? La respuesta más rápida será “porque son clubes grandes, con historia”. Ahora, ¿son grandes los clubes de Córdoba? SEGUNDA PARTE ¿son grandes los clubes de Córdoba? ¿qué los hace grande?: La estructura, los socios y los logros deportivos. Planteado así, los clubes locales que participan en los torneos de A.F.A. no son grandes, ya que carecen de una estructura acorde, se manejan con una masa societaria escasísima y en lo que hace a triunfos deportivos, viven del recuerdo de viejas campañas que tampoco se reflejaron en títulos. Es más, aquellas campañas no se repitieron porque faltó un proceso organizado que proveyera de un recambio necesario. El querer estirar de cualquier forma aquella época dorada fue el primer paso para poner a los clubes en la actual situación económica. Se llevó a las instituciones a la bancarrota, y aún así, no se logró repetir aquellos resultados, que se agotaron cuando se extinguió una generación de jugadores. Es difícil recordar en estos tiempos, donde pasan cuatro o cinco orientadores tácticos por temporada, ¿cuál fue el último Director Técnico que duró tres temporadas seguidas en un club del fútbol local? Muchas cosas podrían afirmarse si se cumplieran los plazos de trabajo seriamente preestablecidos, por ejemplo se solidificaría la identidad futbolística de un equipo, su compromiso con una imagen de juego. Sin ir más lejos, todos sabían como era el Ferro de Griguol de los ´80 o el River de Labruna de los ´70 o el Boca de Bianchi de los últimos años, simplemente porque tenían identidad. Eso se perdió en estas latitudes por priorizar exacerbadamente la urgencia de las necesidades deportivas, por improvisar soluciones que no son tales y que terminan siendo un salvavidas de plomo para instituciones que hace largo rato se ahogaron en un endeudamiento sin planificación. La realidad nunca es una casualidad, es una consecuencia; nuestro fútbol puede dar testimonio de eso.
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