PRIMERA PARTE
EL HUEVO DE LA SERPIENTE. LA TRAMA HISTÓRICA DE LA
CREACIÓN DEL INSTITUTO MUNICIPAL DE CULTURA. ESCRIBE CONSTANCIO LOBO
La intención de aprobar el proyecto del Instituto
Municipal de Cultura en el Concejo Deliberante de Córdoba, tiene una larga
historia.
Pancho Marchiaro comenzó siendo Sub-director del Centro
Cultural España Córdoba hace muchos años, doce por lo menos. En ese momento
tenía 22 años y llegó a ese lugar no mediante concurso, sino porque era el hijo
de una amiga personal de Daniel Salzano, en ese entonces Director del Centro
Cultural España Córdoba y gestor de la iniciativa.
En ese momento Pancho apenas tenía terminado su escuela
secundaria, y sobraban profesionales de la Cultura cordobesa que merecían ese
cargo y que se hubieran presentado a un concurso.
El funcionamiento de la Sagrada familia cordobesa, la
íntima relación, y la participación de Marchiaro en el Ateneo, uno de los
espacios donde se reúne la juventud católica de familias conservadoras de la
ciudad, hicieron que allí comenzara esta historia que ahora parece surgida de
la nada.
En el transcurso de la gestión tuvo infinidad de
desencuentros con los artistas locales que reclamaban permanentemente la
desigualdad en la distribución del presupuesto y la insistencia de Marchiaro de
apropiarse de los proyectos gestados por los artistas invitados.
Todo estaba dispuesto para el show. No podía faltar el
champagne, las comidas en los restaurantes más caros de la ciudad (San Honorato
el preferido), las gráficas ostentosas que llegaban por correo, el perfil de un
público joven y snob y los escasísimos recursos destinados al pago de la
producción y promoción del arte local y nacional, eran la fórmula que funcionó
al principio.
La Municipalidad de Córdoba, propietaria del inmueble,
pagó el sueldo de los empleados (él incluido) y destinó un presupuesto para su
funcionamiento.
Así se conformó la primera fundación del Centro Cultural
España Córdoba con fines de “simplificar” la ejecución del presupuesto.
Desde ese momento la autonomía y discreción respecto al
uso de fondos fue total y absoluta. Como si fuera una institución privada, una
contadora y la orden de la dirección alcanzaban para considerar un gasto
pertinente.
Mientras tanto, la cultura de la ciudad pasaba por las
peores penurias.
SEGUNDA PARTE
Pancho Marchiaro siempre fue criticado por sus propios
empleados por pagar sus almuerzos políticos para posicionarse como una persona
importante en el medio incluidos sus viajes y gastos personales.
Hasta el momento nunca se hizo transparente la gestión
económica del Centro Cultural España Córdoba, que llevó recursos locales
importantes.
Tampoco se sabe con qué criterio se designó a la actual
directora Daniela Bobbio al sustituirlo luego de ser nombrado Secretario de
Cultura de la Ciudad.
Pero el dinero que llegaba de España podía ser más.
Entonces conformó
cuya socia principal no es más ni menos que Paula Bolieu, actual funcionaria de
su gestión municipal y esposa del Editor de Espectáculos del Diario de Mayor
tirada de la ciudad.
Con esta fundación, Pancho, Paula Bolieu y Daniela Bobbio (actual
directora del centro), manejaban becas, influencias e información que les facilitaba
el acceso.
Hasta lograron obtener en algunos casos sumas de hasta
40.000 Euros por realizar investigaciones relacionadas a la gestión cultural.
Pronto Marchiaro se dió cuenta que no podía figurar como
presidente de esa fundación y la dejó a Bolieu en la presidencia.
Pancho Marchiaro generó un mecanismo que le facilitara a
él y a su extendido grupo de seguidores a todos los dineros posibles que la
España floreciente ofrecía.
La disponibilidad de dinero líquido fue el secreto para
poder hacer todo lo que Pancho Marchiaro, actual Secretario de Cultura de
Ramoncito Mestre, consigue que Daniel Salzano renuncie a la dirección, - muchos
dicen que porque ya no quería seguir firmando los cheques con destino dudoso-
quedando con el control absoluto del espacio que administra al menos 300.000
euros anuales sin contar las ayudas para proyectos específicos.
La trama se complejiza cuando emprende su objetivo
político mayor, y es tener la posibilidad de manejar la agenda cultural de la
ciudad.
Como ya había demasiados actores sociales enfrentados a
él, en desacuerdo o con visiones críticas, comienza el desarrollo de su plan
“Berlusconi”.
Primero lanza una radio virtual, que no le da demasiados
beneficios, pero luego, y gracias al apoyo de Bolieu y su marido influyente en
La Voz del Interior, lanzan el suplemento mensual de Cultura “Ciudad X”
financiado por el centro cultural España Córdoba y LA Voz del Interior.
Inmediatamente que aparece este suplemento se disminuye
el espacio de cultura en el diario, haciendo que las posibilidades de difundir
cultura se restrinjan en gran medida a este suplemento.
El actual proyecto del Instituto Municipal de Cultura no
es más que un brazo más de los miles de tentáculos que Marchiaro utiliza como
estrategias para seguir ejerciendo un poder impune basado en intereses ajenos
al desarrollo de la cultura local, y agravando las condiciones paupérrimas y de
desigualdad para los agentes culturales de la Ciudad.
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